lunes, 25 de febrero de 2013

Premios Oscar 2013

El año pasado dijimos que los Óscar son, ante todo, un espectáculo para televisión, en vivo, con todas las reglas de tele vigentes al momento de la transmisión y donde el propósito más importante, en opinión de este hablador de tele, es no aburrir. Claro, son tres horas o más con comerciales incluidos, eso cansa a cualquiera, pero es lo que paga las cuentas.
Este año, como cualquier otro, se anticiparon los ganadores y se sabía, casi sin sorpresa, qué nombres estarían sobre el escenario agradeciendo, por lo que gran parte del programa recaería en las manos y humor del anfitrión Seth MacFarlane. Lastimosamente, lejos de darnos una agradable velada, sus bromas llegaron a ser incomprendidas y poco innovadoras-hasta ofensivas-, una que otra frase medio original y/o graciosa, pero en general no cumplió con la enorme expectativa que le rodeaba (el monólogo inicial fue bizarro con la mejor intención posible).
Esta ceremonia es más predecible que el sabor del próximo helado que comeremos, todos los ganadores estaban pronosticados -excepto por el interesante empate en edición de sonido-, pero está bien, ningún gane es espectacular ni inmerecido. Mi único problema es con Argo, aunque excelente, sobrevalorada y auto complaciente. La aparición de Michelle Obama es política hasta los huesos y "una vez más, Hollywood le da el premio a una película sobre Hollywood".
Tomándose en serio el tema de celebrar los musicales en la industria del cine, los productores se lucieron en montar interpretaciones de varias canciones escuchadas en musicales y fueron los artistas mismos que impusieron sus voces con tonadas clásicas para darnos buen entretenimiento. Jennifer Hudson hizo vibrar con su voz, Shirley Bassey rindió un buen homenaje a los cincuenta años de Bond, el elenco de Les Misérables conmovió con su última interpretación juntos (destaco a Aaron Tveit y Smantha Barks) y Barbra Streisand dejó a todos congelados por tres minutos con su sublime voz y The Way We Were. Adele, por otro lado, se le notó demasiado nerviosa y el sonido no ayudó a que su poderosa voz resaltara con su ganadora canción; el número final fue casi tan confuso como los bailes del inicio pero con mejores bromas, comparadas con cualquiera de la noche, y un poco más relajado. La mejor manera de terminar un musical: con una buena canción.

Al final de la noche fueron tres horas y media llenas de buenas ideas que no supieron ser un todo coherente y que aterrizara en lo que debía ser la ceremonia de los Oscar, salvo por estas actuaciones musicales que lograron captar más la atención y evitaron ronquidos frente al televisor. 
Con menos espontaneidad, más alegría y respeto que aburrimiento y dejando de lado que ganadores más evidentes no podría haber, el espectáculo termina este año y nos puede dejar respirar en paz. Así seguir disfrutando de las películas sin presión o discusión sobre cuál es la mejor.
Aunque, sin falta, repetiremos las quejas, ansiedad y predicciones, de nuevo, el próximo año.