“Hello, friend.”
A veces, las historias de héroes vienen
de los rincones menos esperados del mundo. A veces, esos héroes no saben que lo
son, porque puede que estén ocultos en algún rincón del truculento y maravilloso
lugar que es la mente humana.
Eso entiende muy bien Mr. Robot, una serie que sale casi de
la nada con su poco convincente título y trama no muy llamativa a primera
vista: hackers, seguridad informática y ataques cibernéticos. Pero, por suerte,
como bocanada de aire fresco en todos sus aspectos, y con mucha confianza en sí
misma, esta nueva serie resulta mucho más que su anunciada premisa.
En Mr.
Robot, seguimos a Elliot Alderson,
un joven ingeniero que trabaja y analiza todo desde su ordenador, no solo por
su habilidad con el teclado, sino por su trastorno antisocial de personalidad.
Sus pensamientos nos permiten entrar en su cabeza, saber lo que está pensando;
somos su “amigo imaginario”, alguien en quien confía. Así, lo veremos desenvolverse
con su apatía por las personas y la oportunidad, gracias a una organización
secreta llamada Mr. Robot, de traer abajo una de esas mega compañías
(curiosamente llamada Evil Corp) que
controlan todos los aspectos de la sociedad.
Al entender esto, y ver cómo los
personajes se desarrollan a través de los episodios, descubrimos que, más que
contarnos su viaje, la serie representa a
Elliot, la serie es Elliot. Un viaje atípico de esta persona desconocida para el
mundo, pero suficientemente capaz como para hacer grandes cosas sin que nadie
se dé cuenta. Elliot, sin embargo, sigue siendo una persona, sabe que tiene
deseos y errores, los conoce, es humano. Sus debilidades están en las drogas y
los lazos que forma con sus pocos seres queridos. En sus intentos de controlar
todo, se le saldrán de las manos los acontecimientos que debe sobrellevar con
los giros narrativos que los escritores van revelando en el transcurso de la
temporada (de 10 episodios).
Así funciona, al mismo tiempo, la
atmósfera de la serie: como Elliot. Es diferente, fría y distante. Cada
encuadre posiciona al personaje que habla en una esquina de la pantalla,
evidenciando lo pequeño que es cada quien ante la vastedad del mundo y la
sociedad. Su ritmo es acelerado, pero
sin colores brillantes; el neón de las luces o la oscuridad de las esquinas son
los escenarios más recurrentes. El exterior es peligroso; el interior, aun más.
Las secuencias son acompañadas de música que se funde con las imágenes,
demuestran niveles de tensión o tranquilidad, dependiendo del momento. Un plano
secuencia en particular, durante el episodio cuatro, que me dejó con la boca
abierta.
Lo mejor, es que todos los tecnicismos no
hacen descuidar el tratamiento de los personajes y la historia que se cuenta.
Desde su intrigante protagonista (al cual Rami
Malek le da el aire perfecto con su sutil pero hipnotizante actuación), a
los secundarios, donde, sobre todo, los femeninos aparecen bien formados y con
espacio suficiente para desenvolverse propiamente en el mundo de la serie.
Incluso, el posible antagonista tiene uno de los arcos narrativos más
interesantes.
Temáticamente, Mr. Robot muestra las injusticias que sufren las personas de parte
del capitalismo y los altos negociantes que controlan y supervisan todo desde
sus oficinas en rascacielos, además de explorar la posibilidad de desbancar a
estos funcionarios mediante el arma de doble filo más grande de la actualidad:
la internet. Pero antes que eso, Mr.
Robot es sobre la capacidad de mantenerse a flote en esa misma sociedad que
alienta y, al mismo tiempo, destruye con demasiada facilidad cualquier sueño y
hasta relación personal que se pueda tener. Es el retrato de la sociedad
dormida y un individuo que, al no encajar, no sabe si prefiere ser parte de
todo eso o salirse de una vez por todas. Pero ¿por qué le resulta tan difícil?
Porque su humanidad y emocionalidad se interponen. Y no sabe si eso es bueno o
malo, cosa que asusta y confunde aun más. (Hasta la confianza que tiene con su
“amigo imaginario” puede destruirse cuando menos se espera.)
Entonces, eso es lo que puede destacar
entre tanto código y aparato tecnológico: que todos tienen algo especial y
diferente, y que, como individuos, podríamos salvarnos de ser absorbidos por la
jungla de metal.
Es por eso que Elliot es un héroe
moderno. Pero él no lo sabe. Y esa es la parte más interesante de la serie.
Entre tanta —y, a la vez, tan poca—
oferta, Mr. Robot sobresale con su
estilo particular y facilidad de adentrarnos a su universo paralelo sin caer en
exageraciones o pretensiones. Cada episodio tiene su encanto propio, así como
la temporada completa, y deja buen sabor para anticipar su ya asegurado segundo
año.
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